La microgestión del talento, que implica supervisar de cerca el desempeño y las tareas de los empleados, puede parecer una estrategia efectiva para asegurar resultados, pero trae consigo pros y contras que deben considerarse.
Beneficios:
Control y precisión: Los líderes pueden detectar errores o desviaciones en etapas tempranas, lo que ayuda a mantener altos estándares y evita problemas mayores.
Feedback constante: Al estar más presentes, los líderes pueden ofrecer retroalimentación inmediata, que favorece el aprendizaje continuo.
Motivación en tareas específicas: Algunos empleados valoran la orientación cercana, especialmente cuando están en roles nuevos o desafiantes.
Riesgos:
Desgaste y desconfianza: Un control excesivo puede interpretarse como falta de confianza, lo que desmotiva al talento.
Creatividad bloqueada: La microgestión limita la autonomía, lo que frena la innovación y la proactividad.
Pérdida de productividad: La constante supervisión consume tiempo y energía de los líderes, que podrían dedicar a tareas estratégicas.
¿Cuándo es útil?
La microgestión puede funcionar en momentos de crisis o en proyectos complejos, pero a largo plazo, es mejor optar por liderazgos que fomenten la autonomía y el desarrollo individual. La clave está en encontrar el equilibrio: supervisar sin sofocar y liderar sin controlar.
En resumen, un enfoque flexible que combine seguimiento y libertad es fundamental para potenciar el talento.
Fuentes:
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